Jugar al rugby es como andar en bicicleta: en cuanto empiezas a darle, te acuerdas de cómo iba la cosa. Esto es, agarras el balón en apoyo de una ruptura de tu amigo "Fulanito" y viene por el lado ciego un tipo que te vuelve. Afortunadamente, a pesar del golpazo, el cerebro trabaja solo, ordena por riguroso orden de prioridad, toma decisiones, comunica mensajes y resuelve actos: "no hay dolor, no hay dolor..." el baloncito limpio, atrás, ahí sobre el pasto, como un bebé, arropadito como un bebé, para que lo jueguen los que quedan en pie. Y ahora, cuando se levante toda esta gente que nos ha caído encima, ahora cuando estos ochocientos kilos que nos aplastan se vayan a pelearla ocho o diez metros más allá, (porque es lo que les gusta), entonces ya miraremos a ver si nos ha pasado algo.
Son apenas tres minutos de partido, del primer partido, del primer amistoso ("en el rugby no hay amistosos; lo único amistoso es el tercer tiempo... y no siempre", les había dicho yo a los chicos, como si ellos no lo supieran); tres minutos y, espera... me baja por la nariz un cosquilleo líquido y eso viscoso que gotea sobre el pasto,. "¡Señor, cambio por sangre!",grita alguien. Deben de estar hablando de mí. Sí, estoy sangrando. Miro al suelo ; Sangre en la hierba. Rojo sobre el verde, como mi camiseta.
Ahora habrá que examinarles las caras mientras me curan. Su cara es mi espejo. Depende de la aprensión de las miradas y los comentarios, uno sabe hasta dónde llega la cosa, más o menos. En el fútbol hubieran salido ya seis ambulancias y 14 personas al campo con camillas, mantas, desfibriladores, la uvimóvil, Vilches el de Hospital Central, el equipo de reanimación, la cánula contra la inversión de la lengua y las botellas de agua para que el resto de los futbolistas se refresquen, que andan deshidratados los pobres. Aquí no hay nada de eso. Uno mismo camina hasta la banda con ese hilo saliéndote de las entrañas, y te atiende el Tonono, que es amigo tuyo, hermano diríamos porque ha jugado culo con culo contigo, porque ha repartido alguna trompada que te correspondía a vos o bien se ha llevado otro que lo mismo, también era tuyo por sorteo... "Tonono" mira y no afirma,. Pregunta: "¿Te la notas rota?". "Yo creo que no, me parece que es sólo el golpe" . El hombro golpea el cuerpo, al modo reglamentario, sí, pero ningún árbitro suele fijarse dónde golpean brazos o antebrazos en el momento del impacto. Y son un arma contundente contra el rostro ajeno. Se placa con el hombro, pero se golpea con todo lo que uno puede. El asunto va de eso, todos lo hemos hecho. Lo hacemos. Lo haremos.
Tonono pide algodón y agua. Es lo que hay. Algodón y agua. Y si eso no te cura, ya lo hará la vida. En realidad tenemos un botiquín completo, con cánula y todo porque el doctor Saló la trajo cierto día y nos dio un tutorial de cinco segundos y medio sobre cómo sacarle la lengua del esófago a un compañero si le diera por comérsela. Como estábamos a punto de empezar un partido, en el ritual de embrutecimiento, nadie lo miró ni atendió nada. En el botiquín hay muchas cosas, pero ninguna sirve para hacer radiografías a la nariz de un-pilar-que-juega-hoy-de-talonador-porque-quizás-ya-no-pesa-lo-que-debería-pesar-un-pilar-izquierdo. Así que aparte de meterte algodón en el agujero y limpiarte la sangre de las manos con agua para no parecer El Carnicero(Daniel Day-Lewis en Gangs of New York) no hay mucho más que hacer. Frenar la sangre y listo. No es grave, creo. Se acerca el entrenador, que vigila de reojo el campo y hace una sola pregunta:"¿Puedes seguir?". Naturalmente que sí. La nariz no es del cuerpo.
Lo mío suelen ser las cejas. Cejas abiertas como los cortes de los boxeadores, una tontería muy molesta porque hay que detener la sangre o no puedes seguir jugando, y depende del árbitro que te dejen.
El rugby es como andar en bicicleta. Entras en el vestuario, te sientas para empezar a cambiarte, miras a los otros y piensas: "Hala,mierr a pegarnos otra vez: parecía que no iba a llegar nunca el día".